El primer día de Otoño, la caída del Sol, el tranquilo ruido de un río, una gota de lluvia, … Aquel día fue el segundo momento más emocionante de mi vida. Solo, con mi botella de té frío y mi cámara de fotos, esperando bajo un olivo a que perlas cayeran del cielo. Mi ropa era ligera, no quería protegerme, solo quería mojarme como en mar al entrar. Sin bañador, sin toalla, solo con los ojos apuntando al muro de colores.
Pasaban los largos segundos, los infinitos minutos, sin que las nubes lloraran. Los colores ya se convirtieron en negro, en oscuridad, en sombras, … No dejaban ver las estrellas, ni la Luna. Estaba dispuesto a abandonar, a irme sin conseguir lo que quería. Pero, al levantarme, una pequeña gota cayó sobre mi helada frente. Solo una gota, una gota diminuta, una gota con un secreto. Tras caer tan hermosa lágrima, el muro de niebla desapareció del cielo. Se podía ver la sonrisa de la Luna y el destello de las estrellas. Pero mi gota de agua, mi perla, mi lágrima del cielo, mi zafiro, mi diamante, … se había esfumado. Tanto tiempo esperando, para solo conseguir la muerte de una gota de agua.
Sobre mi mano, que abierta estaba, cayó otra lágrima, pero no del cielo, no. Era una lágrima de mi alma. Salió sin que yo quisiera. Pero, ¿significa algo? ¿Podría haber sido tan diminuto objeto una carta? ¿Podría haber sido una simple gota de lluvia? ¿Podría haber sido mi propia lágrima la que cayera del cielo?
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
1 comment:
Me emocionas.
Post a Comment