Tristeza me entra al ver una paloma
con las alas cortadas, tirada en el suelo.
Su negra y muerta mirada se asoma,
para ver, sin luz, el bello color del cielo.
¿Quién ha torturado así a una ser tan frágil,
quién ha osado manchar el nombre de la paz?
Quitarle la vida ha sido bastante fácil,
incluso para un niño de temprana edad.
No huyó al acercarse su asesino,
por ser muy buena y demasiado confiada.
No tenía derecho a morir torturada,
aunque la muerte fuera su destino.
Pero aunque ahora no tenga sus alas,
sigue siendo libre para poder volar,
de día, entre las nubes de lento pasear,
y de noche, entre estrellas plateadas.
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