El investigador Peter Brown fue a Egipto para investigar las pirámides de Egipto, puesto que le intrigaba sus múltiples leyendas y maldiciones, sin hablar de sus misterios y tesoros. Nada más llegar a las pirámides, lo primero que vio fue a un animal muy venenoso: una cobra egipcia. Lo que hizo al verla fue retroceder rápidamente, emitiendo un grito de susto. Él esperaba que la cobra fuera a atacarle, pero no fue así. La cobra se quedó mirándolo fijamente a los ojos. Después de unos segundos, Peter se desmayó sobre la cálida arena del desierto y la cobra se marchó.
Al día siguiente, dos hombres encontraron el cuerpo de Peter inmóvil en suelo, con la cara hacia abajo. Cuando le dieron la vuelta, los ojos de Peter estaban completamente ocupados por sus pupilas, sin color ni vida. Nada más ver los ojos de Peter, los dos hombres dijeron lo siguiente: “se quedó mirando a una cobra”.
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