Tuesday, July 18, 2006

LA AMAPOLA DE DOS PÉTALOS

El Sol se despierta de su sueño esta mañana de primavera. Sus rayos de luz pasan a través de las diminutas hendiduras de la persiana de la habitación de Raúl, despertándolo a él también de su sueño. Raúl se rasca los ojos antes de sentarse sobre su cama y soltar un bostezo. Después de unos segundos se dirige hacia la ventana para abrir la persiana. Al abrirla, la ventana le muestra un mundo lleno de colores y formas: una nube solitaria pasando por delante del Sol; una colorida mariposa posándose sobre un rosal; la suave brisa que golpea las hojas de un florido peral; las montañas que suben hasta el cielo como rascacielos, …

Todo le parece hermoso, pero solo una cosa le entristece: delante de su ventana hay una enorme rama de un árbol. Sobre esta rama hay un pequeño nido de gorrión, con una cría en su interior. La cría de gorrión chilla para llamar a sus padres para decirles que tiene hambre. Raúl contempla emocionado cómo los padres del pequeño pájaro acuden a saciar su hambre. “Qué suerte tienes, gorrioncito” se dice Raúl “tienes unos padres estupendos, que te cuidan y se preocupan por ti. Yo también los tuve, pero ahora vuelan por un camino de nubes, lleno de luces y con la más maravillosa vista a los paisajes más hermosos del mundo.” Raúl baja la cabeza unos instantes antes de que una lágrima se pasee por su rostro. Cuando la lágrima ha caído, Raúl vuelve a mirar a la ventana. “Pero tengo un secreto” se vuelve a decir haciendo una ligera sonrisa.

Raúl sale de su cuarto, baja por las escaleras y se dirige a la cocina. Allí se prepara dos tostadas de mantequilla y mermelada, acompañado de una taza de café. Al terminar su desayuno se prepara para su excursión diaria al “Prado de las nieves”, llamado así por su multitud de flores blancas. Al terminar de prepararse, Raúl sale de su casa y se dirige al prado, que se encontraba bastante lejos de su casa.

Llegado al prado, Raúl busca el motivo de su visita al prado. Raúl cruza el prado entero, pasando por pequeños charcos de agua cristalina y por solitarios árboles. Una vez cruzado el prado, Raúl se sienta sobre una roca debajo de un viejo árbol lleno de hojas y blancas flores. Raúl espera emocionado, mirando las abejas y las mariposas posarse sobre las flores del árbol. Pero la espera ya acaba, puesto que Raúl ya ha encontrado el motivo de su excursión: una amapola de dos pétalos.

Esta amapola aparece mágicamente todos los días a la misma hora en el mismo sitio y desaparece cuando el Sol se prepara para dormir. Pero la mágica aparición de la amapola no es lo más importante para Raúl, sino el significado de la flor. Para Raúl no es una amapola, sino su familia: sus padres. Un pétalo de la amapola es su padre, mientras que el otro es su madre. Raúl se pasa horas hablando con la amapola. Pero Raúl no es el único que habla. La amapola también le habla a Raúl. Solo él puede oír las voces de sus padres. Muchos niños vienen al prado para jugar y muchas veces ven a Raúl hablar solo, sin darse cuenta de la realidad.

Para Raúl las amapolas son sus flores preferidas. No solo por la amapola de dos pétalos, sino por la sensibilidad de estas. “Las amapolas son flores muy sensibles. Una vez arrancadas, sus pétalos caen como plumas, quitándoles su hermoso color rojo.” Estas son las palabras que inundan la mente de Raúl todos los días. Le sorprendía que una amapola durara tantos años, sobreviviendo a huracanes, inundaciones, sequías, …

El Sol está a punto de ocultarse detrás de las montañas. Ya no hay mariposas ni abejas y las flores se están cerrando. Es hora de que Raúl se despida de sus padres, y lo hace con un alegre “mañana vuelvo”. Una vez dichas estas palabras, la amapola desaparece lentamente ante los oscuros ojos de Raúl. Raúl se queda de pie unos segundos. “Es curioso,” se dice “este prado está lleno de flores blancas, ya estén en árboles, charcas o plantadas en el suelo. Aquí todas las flores son blancas, excepto mi amapola. No me había dado cuenta hasta ahora, pero ¿es casualidad o tiene algún significado?” Raúl, por fin, empieza a caminar por el mismo camino por el que vino, pasando por las mismas charcas y por los mismos árboles.

Raúl llega a casa cuando una ligera oscuridad intenta apoderarse de una débil luz. Raúl saca las llaves de su casa, pero unos pequeños pitidos le interrumpen. No son de búho ni de lechuza, sino de gorrión. Raúl se dirige hacia el árbol que interpone su enorme rama delante de la ventana de su habitación. Debajo del árbol se encuentran los cuerpos inmóviles de los gorriones padre, madre e hijo, junto con una amapola de tres pétalos. Los pitidos vienen de la flor. Raúl se acuclilla delante de esta. “Mis padres han elegido el Prado de las Nieves porque les gustaba y vosotros habéis elegido vuestro hogar”. Raúl se pone de pie y dirige su mirada hacia la única estrella que hay en el cielo nocturno y de su boca salen unas palabras: "ha nacido una nueva amapola, la vuestra".

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